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西班牙語DELE高階閱讀理解考試題

等級考試 閱讀(3.14W)

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西班牙語DELE高階閱讀理解考試題

  Texto 3

  UN IDIOMA DIFERENTE

Elías Gábalo era un buen tipo. Trabajador, honesto, dadivoso. No tenía mayores ambiciones,pero aspiraba a una vida tranquila, con una buena mujer al lado, varios hijos, cierto bienestar,en fi n, nada del otro mundo. Y Elías Gábalo empezó por encontrar esa buena mujer con la que soñaba. Era una chica educada, habilidosa, discreta, honrada y, sobre todas las cosas, muy trabajadora. Le encantaba la cocina. Elías Gábalo era feliz. Había encontrado su alma gemela.

  Él adoraba comer. Y comer bien.

El primer año de casados todos sus regalos eran en función del arte culinario. Y el segundo, también. Y el tercero. Emilita –ese era su nombre– gobernaba en la cocina con todos los elementos que cualquier ama de casa pudiera soñar.Y allí estaba Emilita, siempre fi rme en la cocina entre zapallos, perejil, dientes de ajo, pimentones o nuez moscada. Nada la hacía más feliz que revolver el caldo o espesar la salsa. Y Elías Gábalo le festejaba todos y cada uno de sus riquísimos platos.–¿Qué comemos hoy?– era el saludo habitual de Elías Gábalo a su mujer. Y no porque no la quisiera. Al contrario, la adoraba. Pero le parecía que con esa pregunta todo estaba dicho:

“Buen día, mi amor, te quiero mucho, te extrañé tanto, ¿qué sorpresa me espera?”. Y Emilita así lo interpretaba también porque inmediatamente contestaba –como si fuera un disco– el nombre del plato que había preparado.

Al principio eran cosas fáciles, claro. Pero a medida que transcurría el tiempo y ella se perfeccionaba, los platos iban sofi sticándose más y más. Y el diálogo entre ellos también. Si bien su conversación siempre había girado alrededor de la comida, de los ingredientes, las salsas, hortalizas o hierbas aromáticas, algunas veces mechaban con algún comentario del barrio, de la familia, de la situación general del país. Pero poco a poco el tema de conversación se fue reduciendo, estrechando, limitando a una sola y única cosa: la gastronomía.

Se habían fabricado un diccionario tan insólito, que los vecinos cuando presenciaban un diálogo entre ellos –por casualidad– permanecían atónitos, perplejos. Los consideraban totalmente insanos. Alguno aventuró a anotar en una libretita los signifi cados de ciertas palabras. Había descubierto, por ejemplo, que “hacer picadillo” quería decir “hace frío”,y “cortar rodajitas”, “hace calor”, “carne mechada” era “buenos días” y “huevos rellenos”,“buenas noches”. Y así siguiendo.

El barrio entero estaba intrigado con los Gábalo. Una extraña fascinación los dominaba a todos. Por lo tanto, se dedicaron a espiarlos. Entonces se percataron de que Emilita, por fi n, merced a los ruegos de madre y suegra, había quedado embarazada. ¿Dejaría un poco la cocina ahora que estaba así? ¿Dejaría de comer tanto? Milagrosa y misteriosamente Emilita dejó de atender la cocina. Estaba embelesada con el bebé que pronto llegaría. Elías Gábalo, en cambio, no se conformaba. Quería comer. Y tenía que soportar, sin embargo, la visión de montones de pañales, mamaderas, baberos, pañoletas, colchitas, sonajeros, etc. Y cuando reclamaba su bocado, su sostén vital, la razón de su vida, Emilita le alcanzaba un biberón con leche por todo alimento. ¡Ah! no, Elías Gábalo no podía tolerar tamaña impertinencia. Tan luego a él. Él, que se había desvivido por comprarle todos los elementos culinarios imaginables. Él, que había agrandado la cocina hasta convertirla en la única habitación de la casa.

No, no y no. Esto no podía ser. Ya iba a ver Emilita. Y así fue cómo un día se levantó de la cama, salió de la cocina, se puso la “cacerola”, dijo “achicoria” y se fue. Y no volvió. A la hora señalada, Emilita tuvo su niño. Una criatura rozagante, rellenita, de tez rosada. Y el parto fue normal. Al principio Emilita estaba tan entretenida con su retoño, que no reparó en la falta de Elías Gábalo, pero en cuanto comenzaron a salirle dientes al niño (acto que vino acompañado de un hambre feroz y no había comida que le alcanzara), comenzó a sentir nostalgia de su media naranja.